sábado, 15 de noviembre de 2014

ELOGIO DE LA MEDIOCRIDAD



Aunque pueda sonar extraño, nos encontramos de manera continua quienes brindan elogio a la mediocridad. La mediocridad campea por todas partes en nuestro mundo de hoy. Y, lamentablemente son muchos más de quienes nos imaginamos los defensores, promotores y aupadores de la mediocridad. La mediocridad termina menoscabando la integridad cultural, religiosa y personalista de una sociedad. Ejemplos son muchos, lamentablemente: entre sus consecuencias nos encontramos la parálisis de generaciones que olvidan poner en práctica los valores y se contentan con lo mínimo necesario para sobrevivir; la falta de un liderazgo fresco y arriesgado para conducir hacia nuevos derroteros la sociedad; el conformismo paralizante y destructor de esperanzas… Quienes hacen el elogio continuo de la mediocridad no son capaces de mirar hacia adelante e impiden a muchos hacerlo.


¿Qué pregonan en su elogio los sostenedores de la mediocridad? Elogian ante todo el pecado de omisión, esto es, el pecado de quienes dejan que las cosas sigan como van (aún cuando no vayan bien) en la familia, en el trabajo, en la Iglesia, en la sociedad… Elogian el egoísmo y la prepotencia, menospreciando la dignidad de todos… Elogian el mercantilismo productor del dinero fácil con el narcotráfico, el contrabando, la usura, la extorsión, pues para ellos es moral hacer dinero fácil a fin de “redondearse”… Elogian el pecado y la actitud de desprecio cuando dejan de dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de ayudar a los pobres y pequeños de la sociedad… Elogian la pereza y el facilismo de una sociedad acostumbrada a que todo se lo den hecho… Elogian la ley del menor esfuerzo: ésta se manifiesta en expresiones como “diez es nota y lo demás es lujo” dicha por muchísimos estudiantes; también se expresa en el “pajarobravismo” con el cual justificamos todo tipo de corrupción, de abuso… por eso se encuentran quienes se colean en las filas de cualquier tipo, se “comen” la luz roja del semáforo… El elogio de la mediocridad tiene un estribillo muy conocido y repetido en nuestra sociedad. Estribillo que define la mediocridad: “Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.


También en el ámbito de lo religioso hay quienes elogian la mediocridad. Elogian la ley de lo más fácil por lo cual exigen unas primeras comuniones sin una catequesis buena, aunque pueda durar un poco de tiempo… Elogian la visión mágica de Dios: pues se acude a Él para pedir milagritos y no para asumir la responsabilidad de poner en práctica el mandamiento del amor… Elogian una visión acomodaticia de la fe: son los que afirman “creer a su manera”… Elogian una visión chucuta de la religión: al considerarla sólo un acto individual, privado y sin referencia a la comunidad… Elogian una falsa concepción de Iglesia: le exigen que se ponga del lado de las cosas propias del mundo pero no le perdonan cuando exige responsabilidad de parte de cada quien, o promueven la opción por los pobres, o sencillamente habla del Evangelio… Elogian el fundamentalismo y el integrismo, por lo que no son capaces de mirar a los horizontes del reino… Elogian la liturgia reducida a ritos y el culto de los santos sólo a un hecho cultural… De ellos habla el Apocalipsis: no son ni fríos ni calientes, sino tibios.


La parábola de los talentos nos habla de un tipo de mediocre: quien recibió una cantidad de dinero para negociarlo y darle posteriormente cuenta al dueño del mismo. Pero, sintió miedo del amo, no quiso arriesgarse y prefirió quedarse con lo mínimo necesario: desenterrará el dinero guardado, sin producir, y esperará que su amo le felicite por no haberlo perdido. También el evangelio habla de los mediocres cuando se refiere a quienes prefieren ir por la vía amplia de la comodidad, del placer, del pecado y del egoísmo… sólo que esa vía termina en la perdición. En otro pasaje del Evangelio se hace referencia a los mediocres: las vírgenes necias, las cuales no fueron ni prevenidas ni tuvieron la sabiduría para prepararse al encuentro del novio…


El Papa Francisco está llamándonos de manera continua la atención para enfrentar la mediocridad: en la Iglesia y en el mundo. De allí sus advertencias contra el facilismo, el chisme, el comodismo de todos, sacerdotes, religiosas y laicos. Cuando nos invita a “primerear” (en su carta Encíclica EVANGELIUM GAUDIUM), nos está proponiendo tomar iniciativas, ser creativos en la línea del Evangelio y con la ayuda de la gracia de Dios. Quien “primerea” da el gran paso para comenzar a vencer la mediocridad. Ocupa el puesto de avanzada, coloca las manos en el arado y ve hacia el horizonte del reino, lanza las redes en el nombre del Señor. Quien “primerea”, sencillamente, renuncia a ser “segundón”, es decir mediocre y tibio: no aguardará a otros para ver si ellos hacen su trabajo o se salvan por él…


El Evangelio nos invita a dejar a un lado la mediocridad. Quienes lo hacen, son capaces de dejar su vida por seguir a Cristo, con su propia cruz a cuestas, y alcanzarán el premio de salvación. El Señor les dirá: “Siervo bueno, porque has sido fiel en lo poco te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte de la alegría de tu Señor”. Pero a los mediocres, como a los tibios, la amenaza es clara: “estoy por vomitarlos”…. El evangelio también es directo pues al mediocre lo califica de inútil. Y el premio de los elogios cantados a la mediocridad nos lo presenta el evangelio en estos términos: “Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación”.


+Mario Moronta R., 
Obispo de San Cristóbal.