viernes, 22 de mayo de 2015

ROMERO


Hermoso regalo para la Iglesia en América Latina en vísperas de Pentecostés: la beatificación del Obispo mártir de El Salvador, Mons. OSCAR ARNULFO ROMERO. En efecto, este sábado 23 de mayo es beatificado en San Salvador el Obispo del pueblo, sencillo, austero y de profunda fe, quien fue capaz de entregar su vida por la gente a la que le brindó un especialísimo servicio, siempre en nombre del Señor. Mons. Romero entra en la gloria de los altares y ya se le puede dar culto público.

Sobre Mons. Romero se tejieron múltiples leyendas y opiniones encontradas. Se le acusó de “comunista”, sencillamente porque estuvo siempre al lado de los pobres y de su pueblo. No sólo para reivindicar los derechos humanos de quienes eran maltratados y oprimidos, sino porque fue el testigo fiel capaz de enseñar el evangelio, celebró los misterios de la fe y, sobre todo, hizo realidad en su trabajo pastoral la caridad de Cristo. Incluso no faltó quien hizo creer que era manipulado y que sus homilías y enseñanzas ni siquiera eran preparadas por él, sino por un grupo de sacerdotes y laicos ideologizados. Pero la realidad ha sido otra cuando se ha ido estudiando y conociendo tanto sus escritos, como su vida de testimonio sacerdotal.

Lo que sucede esque quienes piensan con criterios del mundo o se dejan llevar por la tentación de convertirse en “opresores y dominadores” cuando alguien se les enfrenta con la verdad del Evangelio, llegan a acusarlo como “desestabilizador”, “comunista” y contrario al orden establecido. Pero la vida de Romero ha demostrado lo contrario: fidelidad a la Palabra de Dios, sentido de comunión con la misión de la Iglesia y caridad sin límites hacia todos, sin discriminación, todo vivido y experimentado desde el encuentro perenne con Cristo. Romero fue un hombre de oración y de vida sobrenatural. Así lo expresó en todo momento. La propaganda contraria a él pretendió hacerlo ver como un enemigo de la sociedad y un violento, cuando en el fondo era un amante de la paz y de la no violencia. 

Sintió la muerte de sus hermanos sacerdotes, desde el asesinato del P. Rutilio Grande, y se identificó con la entrega generosa de ellos. Compartió en todo el dolor y el sufrimiento de tantísimos hermanos perseguidos y desaparecidos, y prefirió asumir la incomprensión incluso de muchos de sus hermanos antes que claudicar y ser indiferente. Su opción por los pobres la supo realizar como expresión de su fe en Cristo, el Dios humanado y salvador de todos.

Damos gracias a Dios por la beatificación de Mons. Romero. Gracias a Francisco, el Papa de la Nueva Evangelización, por este regalo de Pentecostés para nuestras comunidades. Hace poco recibíamos la noticia de apertura de otro proceso de beatificación de otro Obispo mártir, asesinado en Argentina por la fuerza brutal de quienes se consideraban los dueños del pueblo: Enrique Angelelli. Romero ilumina el camino desde el cielo con su testimonio de vida; Angelelli nos ha enseñado que se debe tener un oído puesto en Dios y el otro en el pueblo.

Al decir en este domingo de Pentecostés “feliz fiesta de la Iglesia, feliz día del Espíritu Santo”, lo podemos hacer también desde la alegría por la beatificación de Mons. Romero. Que él interceda por todos nosotros ante Dios a fin de conseguirnos la gracia de conseguir “el gusto espiritual de sentirnos pueblo”, como nos lo ha enseñado el Papa Francisco.

+Mario Moronta R., 
Obispo de San Cristóbal.

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