Si quieres leer el discurso completo, haz clik en más información
DISCURSO DEL
SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA DEL CONSEJO PONTIFICIO
PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA DEL CONSEJO PONTIFICIO
PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Sala Clementina
Lunes 14 de octubre de 2013
Lunes 14 de octubre de 2013
Queridos hermanos y
hermanas:
Os saludo a todos y os
doy las gracias por lo que
hacéis al servicio de la
nueva evangelización, y por
el trabajo del
Año de la
fe. ¡Gracias de corazón!
Lo que quisiera deciros hoy
se puede resumir en tres
puntos: primado del
testimonio; urgencia de ir
al encuentro; proyecto
pastoral centrado en lo
esencial.
En nuestro tiempo se
verifica a menudo una
actitud de indiferencia
hacia la fe, que ya no se
considera importante en la
vida del hombre. Nueva
evangelización significa
despertar en el corazón y en
la mente de nuestros
contemporáneos la vida de la
fe. La fe es un don de Dios,
pero es importante que
nosotros, cristianos,
mostremos que vivimos de
modo concreto la fe, a
través del amor, la
concordia, la alegría, el
sufrimiento, porque esto
suscita interrogantes, como
al inicio del camino de la
Iglesia: ¿por qué viven así?
¿Qué es lo que les impulsa?
Son interrogantes que
conducen al corazón de la
evangelización, que es el
testimonio de la fe y de
la caridad. Lo que
necesitamos, especialmente
en estos tiempos, son
testigos creíbles que con la
vida y también con las
palabras hagan visible el
Evangelio, despierten la
atracción por Jesucristo,
por la belleza de Dios.
Muchas personas se han
alejado de la Iglesia. Es
erróneo echar la culpa a una
parte o a la otra, es más,
no es cuestión de hablar de
culpas. Existen
responsabilidades en la
historia de la Iglesia y de
sus hombres, están en
ciertas ideologías y también
en las personas. Como hijos
de la Iglesia debemos
continuar el camino del
Concilio Vaticano II,
despojarnos de cosas
inútiles y perjudiciales, de
falsas seguridades mundanas
que cargan a la Iglesia y
dañan su rostro.
Se necesitan cristianos
que hagan visible a los
hombres de hoy la
misericordia de Dios, su
ternura hacia cada creatura.
Sabemos todos que la crisis
de la humanidad
contemporánea no es
superficial, es profunda.
Por esto la nueva
evangelización, mientras
llama a tener el valor de ir
a contracorriente, de
convertirse de los ídolos al
único Dios verdadero, ha de
usar el lenguaje de la
misericordia, hecho de
gestos y de actitudes antes
que de palabras. En medio de
la humanidad de hoy, la
Iglesia dice: Venid a Jesús,
todos vosotros que estáis
cansados y oprimidos, y
encontraréis descanso para
vuestra alma (cf. Mt
11, 28-30). Venid a Jesús.
Sólo Él tiene palabras de
vida eterna.
Cada bautizado es «cristóforo»,
es decir, portador de
Cristo, como decían los
antiguos Padres. Quien ha
encontrado a Cristo, como la
Samaritana en el pozo, no
puede guardar para sí mismo
esta experiencia, sino que
siente el deseo de
compartirla, para llevar a
otros a Jesús (cf. Jn
4). Todos debemos
preguntarnos si quien nos
encuentra percibe en nuestra
vida el calor de la fe, si
ve en nuestro rostro la
alegría de haber encontrado
a Cristo.
Aquí pasamos al segundo
aspecto: el encuentro, ir
al encuentro de los demás.
La nueva evangelización es
un movimiento renovado hacia
quien ha perdido la fe y el
sentido profundo de la vida.
Este dinamismo forma parte
de la gran misión de Cristo
de traer vida al mundo, el
amor del Padre a la
humanidad. El Hijo de Dios
«salió» de su condición
divina y vino a nuestro
encuentro. La Iglesia está
dentro de este movimiento,
cada cristiano está llamado
a ir al encuentro de los
demás, a dialogar con
quienes no piensan como
nosotros, con quienes tienen
otra fe, o no tienen fe.
Encontrar a todos, porque
todos tenemos en común el
ser creados a imagen y
semejanza de Dios. Podemos
ir al encuentro de todos,
sin miedo y sin renunciar a
nuestra pertenencia.
Nadie está excluido de la
esperanza de la vida, del
amor de Dios. La Iglesia
está invitada a despertar
por todas partes esta
esperanza, especialmente
donde está sofocada por
condiciones existenciales
difíciles, algunas veces
inhumanas, donde la
esperanza no respira, se
sofoca. Se necesita el
oxígeno del Evangelio, el
soplo del Espíritu de Cristo
Resucitado, que vuelva a
encenderla en los corazones.
La Iglesia es la casa en la
cual las puertas están
siempre abiertas no sólo
para que cada uno pueda
encontrar allí acogida y
respirar amor y esperanza,
sino también para que
nosotros podamos salir a
llevar este amor y esta
esperanza. El Espíritu Santo
nos impulsa a salir de
nuestro recinto y nos guía
hasta las periferias de la
humanidad.
Todo esto, sin embargo,
en la Iglesia no se deja a
la casualidad, a la
improvisación. Exige el
compromiso común para un
proyecto pastoral que remita
a lo esencial y que esté
bien centrado en lo
esencial, es decir, en
Jesucristo. No es útil
dispersarse en muchas cosas
secundarias o superfluas,
sino concentrarse en la
realidad fundamental, que es
el encuentro con Cristo, con
su misericordia, con su
amor, y en amar a los
hermanos como Él nos amó. Un
encuentro con Cristo que es
también adoración, palabra
poco usada: adorar a Cristo.
Un proyecto animado por la
creatividad y por la
fantasía del Espíritu Santo,
que nos impulsa también a
recorrer nuevas vías, con
valentía, sin fosilizarnos.
Podríamos preguntarnos:
¿cómo es la pastoral de
nuestras diócesis y
parroquias? ¿Hace visible lo
esencial, es decir, a
Jesucristo? Las diversas
experiencias,
características, ¿caminan
juntas en la armonía que
dona el Espíritu Santo? ¿O
nuestra pastoral es
dispersiva, fragmentaria,
por lo cual, al final, cada
uno va por su cuenta?
En este contexto quisiera
destacar la importancia de
la catequesis, como momento
de la evangelización. Lo
hizo ya el Papa
Pablo VI
en la
Evangelii nuntiandi
(cf. n. 44). De allí el gran
movimiento catequístico
llevó adelante una
renovación para superar la
fractura entre Evangelio y
cultura y el analfabetismo
de nuestros días en materia
de fe. He recordado en otras
ocasiones un hecho que me ha
impresionado en mi
ministerio: encontrar a
niños que no sabían ni
siquiera hacerse el signo de
la cruz. ¡En nuestras
ciudades! Es un servicio
precioso para la nueva
evangelización el que
realizan los catequistas, y
es importante que los padres
sean los primeros
catequistas, los primeros
educadores en la fe en la
propia familia con el
testimonio y con la palabra.
Gracias por esta visita.
¡Buen trabajo! Que el Señor
os bendiga y la Virgen os
proteja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario