Aunque pueda sonar extraño, nos encontramos de
manera continua quienes brindan elogio a la mediocridad. La mediocridad campea
por todas partes en nuestro mundo de hoy. Y, lamentablemente son muchos más de
quienes nos imaginamos los defensores, promotores y aupadores de la
mediocridad. La mediocridad termina menoscabando la integridad cultural,
religiosa y personalista de una sociedad. Ejemplos son muchos, lamentablemente:
entre sus consecuencias nos encontramos la parálisis de generaciones que
olvidan poner en práctica los valores y se contentan con lo mínimo necesario
para sobrevivir; la falta de un liderazgo fresco y arriesgado para conducir hacia
nuevos derroteros la sociedad; el conformismo paralizante y destructor de
esperanzas… Quienes hacen el elogio continuo de la mediocridad no son capaces
de mirar hacia adelante e impiden a muchos hacerlo.
¿Qué pregonan en su elogio los sostenedores de la
mediocridad? Elogian ante todo el pecado de omisión, esto es, el pecado de
quienes dejan que las cosas sigan como van (aún cuando no vayan bien) en la
familia, en el trabajo, en la Iglesia, en la sociedad… Elogian el egoísmo y la
prepotencia, menospreciando la dignidad de todos… Elogian el mercantilismo
productor del dinero fácil con el narcotráfico, el contrabando, la usura, la
extorsión, pues para ellos es moral hacer dinero fácil a fin de “redondearse”…
Elogian el pecado y la actitud de desprecio cuando dejan de dar de comer al
hambriento, de beber al sediento, de ayudar a los pobres y pequeños de la
sociedad… Elogian la pereza y el facilismo de una sociedad acostumbrada a que
todo se lo den hecho… Elogian la ley del menor esfuerzo: ésta se manifiesta en
expresiones como “diez es nota y lo demás es lujo” dicha por muchísimos
estudiantes; también se expresa en el “pajarobravismo” con el cual justificamos
todo tipo de corrupción, de abuso… por eso se encuentran quienes se colean en
las filas de cualquier tipo, se “comen” la luz roja del semáforo… El elogio de
la mediocridad tiene un estribillo muy conocido y repetido en nuestra sociedad.
Estribillo que define la mediocridad: “Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo
contrario”.
También en el ámbito de lo religioso hay quienes
elogian la mediocridad. Elogian la ley de lo más fácil por lo cual exigen unas
primeras comuniones sin una catequesis buena, aunque pueda durar un poco de
tiempo… Elogian la visión mágica de Dios: pues se acude a Él para pedir
milagritos y no para asumir la responsabilidad de poner en práctica el
mandamiento del amor… Elogian una visión acomodaticia de la fe: son los que
afirman “creer a su manera”… Elogian una visión chucuta de la religión: al
considerarla sólo un acto individual, privado y sin referencia a la comunidad…
Elogian una falsa concepción de Iglesia: le exigen que se ponga del lado de las
cosas propias del mundo pero no le perdonan cuando exige responsabilidad de
parte de cada quien, o promueven la opción por los pobres, o sencillamente
habla del Evangelio… Elogian el fundamentalismo y el integrismo, por lo que no
son capaces de mirar a los horizontes del reino… Elogian la liturgia reducida a
ritos y el culto de los santos sólo a un hecho cultural… De ellos habla el
Apocalipsis: no son ni fríos ni calientes, sino tibios.
La parábola de los talentos nos habla de un tipo
de mediocre: quien recibió una cantidad de dinero para negociarlo y darle
posteriormente cuenta al dueño del mismo. Pero, sintió miedo del amo, no quiso
arriesgarse y prefirió quedarse con lo mínimo necesario: desenterrará el dinero
guardado, sin producir, y esperará que su amo le felicite por no haberlo
perdido. También el evangelio habla de los mediocres cuando se refiere a
quienes prefieren ir por la vía amplia de la comodidad, del placer, del pecado
y del egoísmo… sólo que esa vía termina en la perdición. En otro pasaje del
Evangelio se hace referencia a los mediocres: las vírgenes necias, las cuales
no fueron ni prevenidas ni tuvieron la sabiduría para prepararse al encuentro
del novio…
El Papa Francisco está llamándonos de manera
continua la atención para enfrentar la mediocridad: en la Iglesia y en el
mundo. De allí sus advertencias contra el facilismo, el chisme, el comodismo de
todos, sacerdotes, religiosas y laicos. Cuando nos invita a “primerear” (en su
carta Encíclica EVANGELIUM GAUDIUM), nos está proponiendo tomar iniciativas,
ser creativos en la línea del Evangelio y con la ayuda de la gracia de Dios.
Quien “primerea” da el gran paso para comenzar a vencer la mediocridad. Ocupa
el puesto de avanzada, coloca las manos en el arado y ve hacia el horizonte del
reino, lanza las redes en el nombre del Señor. Quien “primerea”, sencillamente,
renuncia a ser “segundón”, es decir mediocre y tibio: no aguardará a otros para
ver si ellos hacen su trabajo o se salvan por él…
El Evangelio nos invita a dejar a un lado la
mediocridad. Quienes lo hacen, son capaces de dejar su vida por seguir a
Cristo, con su propia cruz a cuestas, y alcanzarán el premio de salvación. El
Señor les dirá: “Siervo bueno, porque has sido fiel en lo poco te confiaré
cosas de mucho valor. Entra a tomar parte de la alegría de tu Señor”. Pero a
los mediocres, como a los tibios, la amenaza es clara: “estoy por vomitarlos”….
El evangelio también es directo pues al mediocre lo califica de inútil. Y el
premio de los elogios cantados a la mediocridad nos lo presenta el evangelio en
estos términos: “Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí
será el llanto y la desesperación”.
+Mario Moronta R.,
Obispo de San Cristóbal.
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