Jesús,
en el Sermón de la Montaña identifica a todo aquel que quiera seguirlo con el
calificativo de luz. Son luz del mundo, dice el Señor. Bien sabemos que el
concepto “luz” en el ámbito bíblico es un símbolo rico que significa ante todo
“salvación”. Al decirse
Para
un discípulo, ser luz del mundo
implica dos elementos importantes: uno es el saberse convertido por la luz, es
decir, sentirse en el camino de la salvación y comenzar a vivir en esa luz. Es
lo que Pablo llamará la “vida nueva”, para luego decir que todos los creyentes
son hijos de la luz. Han sido transformados por la Luz que viene del Señor
Jesús. El segundo elemento es el de la acción de la luz. No se enciende un
cirio para ocultarlo. La luz no existe para ocultarla, sino para que brille y
alcance su real efecto: destruir la oscuridad. Por eso, con su testimonio de
vida, el creyente se convierte en reflejo resplandeciente de la Luz de Cristo
para los demás.
¿Cómo
y qué hacer para que la luz brille y se haga sentir en los demás? Las palabras
del profeta Isaías son claras y directas, sin ambigüedades y sin reticencias:
Para que la luz brille y abra el camino de la justicia, “comparte tu pan con el
hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la
espalda a tu propio hermano… Cuando renuncies a oprimir a los demás y
destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu
pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en
las tinieblas…”
Todo
un plan de vida y de acción. Muy oportuno para los tiempos que estamos
viviendo. Muchas veces podemos tener la tentación de pensar en los demás. En lo
que los otros hacen o no. Sin embargo, la Palabra de Dios es directa y clara: es a
ti, no a otros a quienes les toca ser luz. Por supuesto que todos
estamos llamados a ser luz, pero no hay que fijarse sólo en los demás. La luz
de Cristo ha de comenzar a brillar y resplandecer desde la propia existencia de
cada uno.
Los
cristianos estamos siendo invitados continuamente a hacer brillar la luz. En el
mundo de hoy hay violencia, guerras, opresiones, inmoralidades, amenazas,
individualismo…con sus terribles efectos llenos de tinieblas y oscuridades que
hacen tanta sombra a la verdadera luz. No es momento para pensar en los demás,
sino cómo debemos hacer para que nuestro testimonio sea de verdad luz del mundo
para todos…. Sin temores, caminando de la mano con la verdad que viene de Dios,
asumiendo que los otros son ciertamente nuestros hermanos sin distinción ni
menosprecios… entonces brillará la luz.
Brillará
nuestra luz cuando aunemos esfuerzos por tratar bien a los otros, aunque
piensen diversamente de nosotros, aunque nos ofendan o nos ataquen…. Brillará
la luz cuando nos preocupemos porque haya justicia, cuando se paguen salarios
justos, cuando no se viva del contrabando o de las inmoralidades… brillará la
luz cuando nuestros principios se impongan ante tanto relativismo y tanta
mediocridad en el campo de la ética…. Brillará nuestra luz cuando de verdad
actuemos en el nombre del señor Jesús, Luz del Mundo.
+Mario
Moronta R.,
Obispo de San Cristóbal.
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