lunes, 10 de febrero de 2014

HOMILIA EN LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE MONS. RAUL BIORD CASTILLO



A CARGO DE MONS. BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO, ARZOBISPO DE MERIDA. Polideportivo de La Guaira, 8 de febrero de 2014.


Queridos hermanos



“La Guaira es un gran suspiro junto al mar”. El vaivén de sus olas, el verdor de la cordillera que muere en el Caribe, el ardor de su clima tropical, le ha dado el privilegio de ser la puerta principal del país, convirtiéndola en protagonista de primer orden en la azarosa vida de nuestra tierra.



Golpeada por la furia de piratas, huracanes, deslaves, con el concurso de todos se podría convertir en una tacita de plata. La Guaira ha sobrevivido por el empuje de sus gentes, amalgama de culturas y razas que han recalado en sus costas. De siempre ha mostrado una fe anclada en la tradición cristiana que sembraron los primeros misioneros, y no ha cedido a las adversidades de los tiempos. Con razón, Antonio Pérez Bonalde, al divisar estas playas exclamó extasiado: “en mi memoria alumbra el recuerdo feliz de mi inocencia, cuando pobre de años y pesares, y rico de ilusiones y alegría, bajo las palmas retozar solía oyendo el arrullar de las palomas, bebiendo luz y respirando aromas” (poema Vuelta a la Patria).



En lo religioso, hermosas tradiciones dan fe de ello. No son simple espectáculo, ni cultura popular; son formas que han brotado de la encarnación de la fe cristiana que incluyen una relación personal, no con energías armonizadoras sino con Dios, Jesucristo, María y los santos (Cfr. Ev. Gaudium 90).



Hoy, La Guaira católica se viste de gala en este majestuoso Polideportivo para ser escenario de una singular celebración litúrgica: la ordenación de su cuarto obispo, Mons. Raúl Biord Castillo. Por segunda vez en la historia, luego de transcurridos 252 años, se celebra una ceremonia como ésta. El 17 de enero de 1762, estando el Obispo de Caracas Diego Antonio Díez Madroñero de visita pastoral en La Guaira, confirió en la iglesia del pueblo dedicada a San Pedro, el orden del episcopado a Don Mariano Martí, nombrado entonces obispo de San Juan de Puerto Rico.



Pero estas tierras de Vargas han sido, también, cuna de ilustres obispos. En La Guaira nació Rafael Arias Blanco quien fuera obispo de San Cristóbal y arzobispo de Caracas en el siglo pasado. Y también en este puerto nació a comienzos del siglo XIX, Juan Hilario Bosset, Rector de la Universidad de Caracas y luego Obispo de Mérida; y en sus cercanías, en Caraballeda, vino a la vida, Antonio Ramón Silva García, primer arzobispo merideño durante el primer cuarto del siglo XX. Todos ellos dejaron huella indeleble en sus ejecutorias, cargadas de espiritualidad y de servicio a la sociedad y a los pobres.



Hoy, esta celebración es una invitación a la esperanza. La bondad del Papa Francisco le regala al litoral central un obispo, en plenitud de facultades, con amplia preparación y experiencia teológica y pastoral, bebida en el hogar y en el seno de la familia salesiana a la que pertenece. Por línea consanguínea, Raúl es la cuarta generación de clérigos en la familia. Un primo de su abuelo, Rosalio Rodríguez Castillo, fue sacerdote a finales del siglo XIX. Su tío abuelo, Lucas Guillermo Castillo Hernández, ordenado sacerdote en 1905, fue el primer obispo de Coro en 1923 y décimo arzobispo de Caracas en 1946. Y su tío materno, Rosalio José Castillo Lara, sacerdote salesiano desde el 4 de septiembre de 1949; después de ocupar diversos cargos en su congregación, fue nombrado obispo por el Papa Pablo VI, primero como Coadjutor de Trujillo, y luego trasladado a Roma para encargarse del nuevo Código de derecho canónico. Juan Pablo II lo hizo cardenal y Gobernador del Estado Vaticano. En medio de las montañas que colindan Aragua y Miranda, en las cercanías de San Casimiro, en el caserío de Güiripa, recibieron estos hombres la fe y las virtudes humanas y cristianas que los acompañaron a lo largo de sus vidas.



De modo que a la vera de estas sendas, recibidas por gracia de Dios y caídas en tierra buena, hoy venimos a dar gracias y a pedir por el hijo que va a recibir la unción episcopal. En la lectura de Isaías, el hálito del profeta imprime todo un programa de vida. Ser enviado a anunciar la buena nueva a los pobres y a vendar los corazones rotos. Es así como el Señor hará brotar la justicia y su fama frente a todos los pueblos.



Seamos solidarios del nuevo obispo con esta exigencia. Todo el pueblo de Dios que peregrina en La Guaira tiene que ser: “robles del justo, plantados por el Señor, para su gloria”. Entre todos hay que fomentar la comunión misionera en esta iglesia diocesana, siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas. Será papel del nuevo obispo, a veces, estar delante para indicar el camino; otras, estar simplemente en medio con cercanía sencilla y misericordiosa; y en ocasiones, caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados (Cfr. Ev. Gaudium, 31).



Cuando se reunieron los apóstoles para elegir a Matías, pusieron como condición que fuera testigo de la resurrección. Es el lema que ha escogido el nuevo obispo para su escudo. Si entrelazamos la lectura del libro de los Hechos con la descripción del escudo episcopal, observamos una singular simbiosis. La resurrección es la clave de la alegría y la seguridad de la fe cristiana.



Ha sido, también, la preocupación espiritual y académica del nuevo ungido. Pero, además, quiere hacerlo realidad en el espacio concreto que por gracia de Dios y de la Sede Apostólica, le toca pastorear. El Fuerte de San Carlos, símbolo de La Guaira, es testigo de tantas batallas por la libertad de Venezuela, expediciones y sueños de libertad entre sus rocosas paredes. Es la invitación del Papa Francisco: “cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Esa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo” (Ev. Gaudium, 276).



Cada uno de nosotros, discípulos misioneros del Señor resucitado, somos un signo del amor misericordioso de Jesús. A pesar de las deficiencias personales, a pesar de los errores o fallas que pueda tener cada una de nuestras comunidades, el Señor nos llama a todos a apacentar los corderos y ovejas, que somos cada uno de nosotros. Sólo nos pide la prueba del amor, a Dios y al prójimo. “¿Me quieres?... Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero”.



En el servicio, la solidaridad, la ayuda a los más pobres, está la medida de la entrega. Y en ello el Señor nos invita a todos a conservar la unidad siendo cuidadosos con los detalles: Jesús era muy cuidadoso con los detalles. El “pequeño detalle” de que faltaba una ovejita. El “pequeño detalle” de que se estaba acabando el vino. El “pequeño detalle” de la viuda que ofreció sus dos moneditas. El “pequeño detalle” del que no perdonó una deuda pequeña después de haber sido perdonado en la deuda grande. El “pequeño detalle” de tener aceite de repuesto en las lámparas por si se demora el novio. El “pequeño detalle” de ir a fijarse cuántos panes tenían. El “pequeño detalle” de tener un fueguito preparado y un pez en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada. El “pequeño detalle” de preguntarle a Pedro, entre tantas cosas importantes que se venían, si de verdad lo quería como amigo. El “pequeño detalle” de no haberse querido curar las llagas. Son los modos sacerdotales que tiene Jesús de cuidar la esperanza que congrega en la unidad (J.M. Bergoglio, Homilía, misa Crismal, 2003).



Adentrémonos en el rito de la ordenación y toma de posesión de Mons. Raúl Biord. Pidámosle al Cristo de la Salud, a la Virgen Santísima del Carmen y Auxiliadora que le confieran a su hijo obispo, conservar pura y limpia la fe recibida sus padres Horacio Enrique y de su mamá Ana Lola que lo bendice desde el cielo; que sea seguidor asiduo de los mejores ejemplos de su familia, con la fortaleza de un castillo y la caricia de la montaña y la neblina. Que le dé la humildad y serenidad de su tío abuelo Lucas Guillermo; la reciedumbre y sabiduría de su tío Rosalio José; y que la espiritualidad de Don Bosco, para quien Dios es Padre misericordioso y providente, proteja su nuevo ministerio con el amor tierno hacia toda criatura. Que lo haga soñar como él, la mejor manera de sembrar el amor de Dios en el corazón de todos, especialmente de los jóvenes. Que así sea para bien de esta Iglesia particular de La Guaira. Amén.

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