jueves, 6 de febrero de 2014

Para que brille la luz



Jesús, en el Sermón de la Montaña identifica a todo aquel que quiera seguirlo con el calificativo de luz. Son luz del mundo, dice el Señor. Bien sabemos que el concepto “luz” en el ámbito bíblico es un símbolo rico que significa ante todo “salvación”. Al decirse
que Jesús es “Luz del mundo” se proclama su acción redentora que apunta a la salvación de la humanidad. Es lo contrario a perdición y pecado que suelen presentarse como oscuridad o tiniebla. De igual manera, el discípulo de Jesús, se convierte en luz del mundo, al identificarse y unirse con Jesús. Un discípulo no puede hacer lo contrario de su Maestro.


Para un discípulo, ser luz del mundo implica dos elementos importantes: uno es el saberse convertido por la luz, es decir, sentirse en el camino de la salvación y comenzar a vivir en esa luz. Es lo que Pablo llamará la “vida nueva”, para luego decir que todos los creyentes son hijos de la luz. Han sido transformados por la Luz que viene del Señor Jesús. El segundo elemento es el de la acción de la luz. No se enciende un cirio para ocultarlo. La luz no existe para ocultarla, sino para que brille y alcance su real efecto: destruir la oscuridad. Por eso, con su testimonio de vida, el creyente se convierte en reflejo resplandeciente de la Luz de Cristo para los demás.


¿Cómo y qué hacer para que la luz brille y se haga sentir en los demás? Las palabras del profeta Isaías son claras y directas, sin ambigüedades y sin reticencias: Para que la luz brille y abra el camino de la justicia, “comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano… Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas…”


Todo un plan de vida y de acción. Muy oportuno para los tiempos que estamos viviendo. Muchas veces podemos tener la tentación de pensar en los demás. En lo que los otros hacen o no. Sin embargo, la Palabra de Dios es directa y clara: es a ti, no a otros a quienes les toca ser luz. Por supuesto que todos estamos llamados a ser luz, pero no hay que fijarse sólo en los demás. La luz de Cristo ha de comenzar a brillar y resplandecer desde la propia existencia de cada uno.


Los cristianos estamos siendo invitados continuamente a hacer brillar la luz. En el mundo de hoy hay violencia, guerras, opresiones, inmoralidades, amenazas, individualismo…con sus terribles efectos llenos de tinieblas y oscuridades que hacen tanta sombra a la verdadera luz. No es momento para pensar en los demás, sino cómo debemos hacer para que nuestro testimonio sea de verdad luz del mundo para todos…. Sin temores, caminando de la mano con la verdad que viene de Dios, asumiendo que los otros son ciertamente nuestros hermanos sin distinción ni menosprecios… entonces brillará la luz.


Brillará nuestra luz cuando aunemos esfuerzos por tratar bien a los otros, aunque piensen diversamente de nosotros, aunque nos ofendan o nos ataquen…. Brillará la luz cuando nos preocupemos porque haya justicia, cuando se paguen salarios justos, cuando no se viva del contrabando o de las inmoralidades… brillará la luz cuando nuestros principios se impongan ante tanto relativismo y tanta mediocridad en el campo de la ética…. Brillará nuestra luz cuando de verdad actuemos en el nombre del señor Jesús, Luz del Mundo.


+Mario Moronta R., 
Obispo de San Cristóbal.

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